9 abr 2011

Ítaca 454

(para vos, por supuesto, la Mujer-laberinto)

Búscame en el ocaso, en la esquina que franqueas con la tristeza y los pasos cansados;

Encuéntrame allí, donde los niños no sufren y el país no alimenta más sus fuegos fatuos.

Preciosa, en las pesadillas de la noche, en el frío de la madrugada mi sombra se queda con vos, atenta, como un perrito agazapado en la pata de la mesa.

Espérame en el cero y en el infinito, que yo te encontraré en la voz de arroyo del feo que canta y en el pasto que sube por la vieja carrilera del tren.

Así, compañera, cuando pasen los años, y los días hayan tranzado los destinos, siempre estaré con vos y vos acá, bien adentro, en el espacio comprendido entre la espalda y las infinitas muertes, porque esa esquina con su ángulo de noventa grados siempre va a estar ahí, y porque el pastico de la carrilera, aunque se marchite, estará esperando que el viejo tren pase resoplando.

Fauno, perplejo animal.

1 comentario: