27 oct 2011
25 oct 2011
LXXV
Estáis muertos.
Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos.
Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.
Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados, y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.
Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino. El no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca, sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.
Y sinembargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.
Estáis muertos.
César Vallejo, dilectísimo poeta :/
19 oct 2011
M. Falla. La vida breve.Danza española nº 1. Lucero Tena
Miguel Ángel Osorio
una reliquia, un aguijón, el eco de una voz.
Entre mi corazón -entre mi herida-,
una caricia, el murmullo del amor.
Entre mi corazón -el desdeñoso-,
la luna, un retrato, uno o dos nombres,
el desamor también en mi cloaca.
En mi corazón la raíz del insomnio y de la ira.
Entre mi corazón, hecho de fiebre,
mi soledad y mis hermanos.
Entre mi corazón la pesadilla y el infierno,
allí la leve dicha y la esperanza.
Entre mi corazón alucinado, insecto de la noche,
la ebriedad del instante,
la revelación y la pureza,
el abatimiento en mi más roja entraña,
el estupor y el entusiasmo en mi silencioso corazón.
Entre esta oscura claridad, entre este vértigo,
todo mi pavor, toda mi pena,
todo el desprecio entero y el amor,
toda la embriaguez y la locura.
Nunca ninguna fe en mi corazón ansioso.
Ay, mi delirante corazón,
Darío Jaramillo Agudelo.