5 oct 2010

La madurez.

No te bastará con azuzarme los perros, ni convocar una Cruzada contra el sueño, guerras punitivas contra el ocio, expediciones fraguadas para trocar mi risa por tus espejos deformes.

No bastará que pidas a campo abierto la presencia sobre mi desnudez de la ventripotente nube llamada la vergüenza. Desde ya me barajas una tanda de epitafios para el ocio y el deseo, la contraseña para entrar en los poblados de niebla del hombre satisfecho.

Las cuchillas que introduces en mi bolso no amedrentan mis dedos que buscan en el fondo un pequeño papel con la palabra viento. El solo recuerdo de tu voz es yatagán sobre mi nuca, vieja enemiga de los fuegos, atildada y pulcra dama. A saco entras contra el duende silvestre que es mi niño, tratas de recortar sus retiradas hacia el sueño, lo asedias y lo amurallas, le fijas edictos en su puerta anunciando su inmediato lanzamiento.

Esto te anuncio: no me bastan tus brillantes proclamas, tus ejemplos donde campean los heridos. A nombre de la razón quieres cortar la luz a mis adentros, madurez, vieja zorra a punto de podrirte. Quédate lejos, velando tus días y tus meses.

Juan Manuel Roca.

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